sábado, 21 de marzo de 2020

La Suma de la Incertidumbre




La semana pasada leía un documento con la intención de encontrar pistas para articular un par de ideas relacionadas con mi tesis, pero en su lugar me encontré con una reflexión profunda y pertinente para los días venideros. El texto se titula Cuerpo, (bio)política y vulnerabilidad, su autor es José Enrique Erma. Dentro de las muchas reflexiones que plantea el autor hay una que me quedó grabada de manera especial. Él afirma que un cuerpo es el resultado de dos fallos, por un lado, la naturaleza que decide regir sus destinos, por otro una cultura que intenta articularlo a un entramado simbólico. En una imagen más concreta, un cuerpo es el resultado de dos fuerzas, no en un punto medio, sino en la tensión de estos dos polos que reclaman su autoridad y buscan imponerla de diversas formas.

 La idea por supuesto se conecta con otros postulados, uno podría encontrar vínculos con las teorías de Bruno Latour, con la idea de formación de sujeto de Judith Butler, la definición de Sujeto de Edgar Morin e incluso la de Giorgio Agamben. Pero más allá de esta perorata académica, lo que hay de común y de profundo en estas ideas es que independientemente de donde te definas, esta definición nunca será completa. Si afirmas que eres un cuerpo biológico hay una fuerza social y colectiva que rompe con tus certezas, normalizando tu cuerpo, haciéndolo objeto de control. En sentido contrario, por más culturizado y anidado que estés a un conjunto de símbolos y tradiciones que estés, hay un momento donde un cuerpo biológico te arroja a ese campo de indeterminación e incertidumbre.

 La imagen me conmovió, y aunque el núcleo central de la idea no es novedoso, el que haya llegado en los tiempos en los que llegó le dota de un valor adicional. ¿qué significa, en estos tiempos de vulnerabilidad global a causa del COVID-19, que aquello que somos sea una constante tensión y lucha que nos arroja constantemente a la incertidumbre? ¿qué valor podemos sacar de esta coyuntura actual que nos impulse a mejores y más justas formas de vivir?

 Creo que las respuestas son muchas. Cada uno y una de ustedes podría encontrar la suya. Para mí, en este momento, toda esta situación es una constatación. Lo he pensado de la siguiente forma, ¿cuánto tiempo nos tomó vivir en democracias como las que vivimos hoy?, ¿cuánto tiempo nos tomó los desarrollos económicos, institucionales y tecnológicos de hoy en día?, ¿cuántas vidas costó?, ¿cuántos conflictos no hemos generado en nombre de la más difusas causas, símbolos y banderas?, ¿Cuánto tiempo nos tomó vivir en la mejor sociedad posible, si creemos en lo que afirma Pinker?, ¡Mucho Tiempo!, está claro, y en el momento en el que quizás más asentados estábamos en nuestras certezas de la sociedad que somos, de los símbolos que hemos construidos, llega con una humildad de tamaño, pero una violencia en el contagio un virus que pone en duda todo aquello que como sociedad habíamos construido.

 Como una dura lección al más cruel de los construccionistas y relativistas, llega un agente infeccioso y nos recuerda el límite existencial que es nuestro propio cuerpo, nos recuerda que allí hay algo que escapa al logos de nuestra construcción social. Una dura lección y radical. Pero ante este azote de la naturaleza, ante esta asignatura que debemos asumir con humildad, la cultura responde y hace su parte aplaudiendo desde las ventanas a aquellos que se arriesgan por atender a los enfermos; movilizando la voluntad y solidaridad de muchos y muchas personas para tratar de hacer más llevadera la situación a quienes están en más riesgo; poniendo la creatividad de la música, del cine y la literatura al servicio del tedio que implica vernos encerrados en nuestros propios hogares. 

Ahí está la constatación del COVID-19: somos la suma de la incertidumbre que solo puede producir más incertidumbre, y en tiempos donde la vanidad de la especie humana nos había llevado a dar la espalda a las demás especies y al planeta mismo, retorna nuestra vulnerabilidad inherente, como amenaza a nuestros cuerpos y nuestros estilos de vida, y nos recuerda que aún somos parte de este espacio y que no importa cuantas historias contemos, todas tendrán que tener en cuenta esta situación. En lo personal me angustia a nivel personal, familiar y social las consecuencias de todo esto, los sufrimientos que traerá; pero cada día busco encontrar las razones para afrontar esta mutación de la mejor forma con la idea de que esto nos llevará a ser una mejor sociedad. No regresaremos a la normalidad, no porque no podamos, sino porque no debemos hacerlo, no podemos seguir sordos a nuestra vulnerabilidad e incertidumbre.

1 comentario:

Voy siendo profesor

Siempre he dudado de esta denominación. Me parece que afirmar en primera persona ser un profesor es algo pretensioso. Una de las razones...