La semana pasada leía un documento con la intención de
encontrar pistas para articular un par de ideas relacionadas con mi tesis, pero
en su lugar me encontré con una reflexión profunda y pertinente para los días venideros.
El texto se titula Cuerpo, (bio)política y vulnerabilidad, su autor es José
Enrique Erma. Dentro de las muchas reflexiones que plantea el autor hay una que
me quedó grabada de manera especial. Él afirma que un cuerpo es el resultado de
dos fallos, por un lado, la naturaleza que decide regir sus destinos, por otro
una cultura que intenta articularlo a un entramado simbólico. En una imagen más
concreta, un cuerpo es el resultado de dos fuerzas, no en un punto medio, sino
en la tensión de estos dos polos que reclaman su autoridad y buscan imponerla
de diversas formas.
La idea por supuesto se conecta con otros postulados,
uno podría encontrar vínculos con las teorías de Bruno Latour, con la idea de
formación de sujeto de Judith Butler, la definición de Sujeto de Edgar Morin e
incluso la de Giorgio Agamben. Pero más allá de esta perorata académica, lo que
hay de común y de profundo en estas ideas es que independientemente de donde te
definas, esta definición nunca será completa. Si afirmas que eres un cuerpo
biológico hay una fuerza social y colectiva que rompe con tus certezas,
normalizando tu cuerpo, haciéndolo objeto de control. En sentido contrario, por
más culturizado y anidado que estés a un conjunto de símbolos y tradiciones que
estés, hay un momento donde un cuerpo biológico te arroja a ese campo de
indeterminación e incertidumbre.
La imagen me conmovió, y aunque el núcleo central de
la idea no es novedoso, el que haya llegado en los tiempos en los que llegó le
dota de un valor adicional. ¿qué significa, en estos tiempos de vulnerabilidad
global a causa del COVID-19, que aquello que somos sea una constante tensión y
lucha que nos arroja constantemente a la incertidumbre? ¿qué valor podemos
sacar de esta coyuntura actual que nos impulse a mejores y más justas formas de
vivir?
Creo que las respuestas son muchas. Cada uno y una de
ustedes podría encontrar la suya. Para mí, en este momento, toda esta situación
es una constatación. Lo he pensado de la siguiente forma, ¿cuánto tiempo nos
tomó vivir en democracias como las que vivimos hoy?, ¿cuánto tiempo nos tomó
los desarrollos económicos, institucionales y tecnológicos de hoy en día?,
¿cuántas vidas costó?, ¿cuántos conflictos no hemos generado en nombre de la
más difusas causas, símbolos y banderas?, ¿Cuánto tiempo nos tomó vivir en la
mejor sociedad posible, si creemos en lo que afirma Pinker?, ¡Mucho Tiempo!,
está claro, y en el momento en el que quizás más asentados estábamos en
nuestras certezas de la sociedad que somos, de los símbolos que hemos
construidos, llega con una humildad de tamaño, pero una violencia en el
contagio un virus que pone en duda todo aquello que como sociedad habíamos
construido.
Como una dura lección al más cruel de los
construccionistas y relativistas, llega un agente infeccioso y nos recuerda el
límite existencial que es nuestro propio cuerpo, nos recuerda que allí hay algo
que escapa al logos de nuestra construcción social. Una dura lección y radical.
Pero ante este azote de la naturaleza, ante esta asignatura que debemos asumir
con humildad, la cultura responde y hace su parte aplaudiendo desde las
ventanas a aquellos que se arriesgan por atender a los enfermos; movilizando la
voluntad y solidaridad de muchos y muchas personas para tratar de hacer más
llevadera la situación a quienes están en más riesgo; poniendo la creatividad
de la música, del cine y la literatura al servicio del tedio que implica vernos
encerrados en nuestros propios hogares.
Ahí está la constatación del COVID-19: somos la suma
de la incertidumbre que solo puede producir más incertidumbre, y en tiempos donde
la vanidad de la especie humana nos había llevado a dar la espalda a las demás
especies y al planeta mismo, retorna nuestra vulnerabilidad inherente, como amenaza
a nuestros cuerpos y nuestros estilos de vida, y nos recuerda que aún somos
parte de este espacio y que no importa cuantas historias contemos, todas
tendrán que tener en cuenta esta situación. En lo personal me angustia a nivel
personal, familiar y social las consecuencias de todo esto, los sufrimientos
que traerá; pero cada día busco encontrar las razones para afrontar esta
mutación de la mejor forma con la idea de que esto nos llevará a ser una mejor
sociedad. No regresaremos a la normalidad, no porque no podamos, sino porque no
debemos hacerlo, no podemos seguir sordos a nuestra vulnerabilidad e incertidumbre.
Me encantó. Muchas gracias por compartir. Sos un hit. Te admiro.
ResponderEliminar